martes, 20 de marzo de 2012

TEMAS DE MONTAÑISMO


HORCÓN DE LUZ

Por Mauricio Purto

"El porvenir es irrevocable como el rígido ayer. No hay una cosa que no sea una letra silenciosa de la eterna escritura indescifrable cuyo libro es el tiempo. Quien se aleja de su casa ya ha vuelto. Nuestra vida es la senda futura y recorrida. El rigor ha tejido la madeja. No te arredres. La ergástula es oscura, la firme trama es de incesante hierro. Pero en algún recodo de tu encierro puede haber una luz, una hendidura. El camino es fatal como la flecha. En las grietas está Dios, que acecha".

Esa es la visión que un Jorge Luis Borges, ciego clarividente, regala en el comienzo de la traducción del I Ching, el libro de las mutaciones. Esta versión de Richard Wilhelm es mi compañera de viajes cuando pierdo el rumbo y que descubrí plenamente en las montañas.

Cuando yo iniciaba mis pasos por los intensos verdes de Paliocabe, del Cajón de Panamá, lo que más me asombraba era la belleza y la paz, el silencio, pero sobre todo la luz, que se filtraba entre la frondosidad de sus bosques, el contraste con las cristalinas aguas de sus quebradas y la silueta inconfundible del Horcón de Piedra y sus dos rocosas cumbres que forman la horcajada que le da el nombre. Este Horcón de Piedra brillaba nítido en el aire de las montañas, bajo un cielo cuyo azul profundo desconocía. Fue atracción a primera vista. Allí el corretear de niño se transformó en caminar pausado y enriquecedor. Por suerte tomado de la mano de Carlos Avilés, estos primeros pasos fueron seguros y placenteros, y donde la vivencia expansiva iba a la par de la pasión por descubrir y probarse a uno mismo.

Desde la cumbre del macizo que separa Melipilla de Aculeo, a más de dos mil metros de altitud, y donde la cordillera de la costa encuentra su altura máxima en el cercano Alto de Cantillana, vislumbré por primera vez los Andes de Chile Central. Otro amigo, Juan Andrés Marambio, me los presentó...

Pienso entonces que el libre albedrío no existe. Yo no escogí esos encuentros que cambiaron mi vida. Me dejé llevar como por un instinto.

Atrapado por la belleza y la libertad, las montañas van revelando verdades desde su distancia del "mundo". Aquí los encuentros con los seres que mostraron el camino, los maestros, toman con el tiempo carácter fundamental, amoroso, consciente.

El Horcón de Piedra es para mí Tierna Madre, que cuida y aconseja. El primer portal a un mundo desconocido y grandioso, que me permitió hurgar en las profundidades del ser y del destino.

Allí hay una vivencia al alcance de la mano y los pies. No es el Everest, pero para algunos es un imposible. Y yo le digo que es un paseo, bello, y profundo, donde puede vivir la montaña. Si éstas no se le han cruzado en el destino, como a mí, continuará siendo un imposible. Quizás se encuentra con la montaña en estas líneas. Quizás es su encuentro con el destino.

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